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Una vida de pasión

A medio siglo de su partida, la cantante francesa Edith Piaf nos hace evocar algunas de sus estrofas concebidas no solamente en el viejo continente, sino también en algunos rincones del “nuevo mundo”...¿Se les hace familiar este fragmento de su tema "La Foule"?

Publicado: 2013-10-11

Si tuviéramos que parafrasear aquel dicho de Abraham Valdelomar cuando se refiere de modo hidalgo y muy a su estilo al desaparecido Palais Concert de Lima, trasladado esta vez a la etapa posterior de la Belle Epoque, diríamos que Europa es Francia; y Francia es París; París es la prefectura de Belleville, y Belleville es Edith Giovanna Gassion, o más conocida mundialmente como Edith Piaf, a quien Annetta, su madre dio a luz en plena vía pública. 

“En 1963 me encontraba por París, ya que me desempeñaba como becario de la Unesco. Y en mi cabeza tengo la primera plana del diario Le Fígaro que decía “Piaf était morte (Piaf ha muerto)”. Y no lo podía creer. ¿Creían a la máxima estrella francesa inmortal? Pues todos en Francia, y en gran parte del mundo la creían inmortal”, señala Guillermo Giacosa, reconocido periodista de origen argentino y confeso admirador de la música francófona, y sobre todo de Piaf, una diva por excelencia.

Cuando uno admira mucho a alguien te da la impresión, aunque pueda sonar disparatado, que esa persona es inmortal. Para Giacosa, a quien se le viene a la memoria nombres de consagradas figuras de fama mundial que pisaron suelo bonaerense para engalanar a aquellos amantes de su repertorio, como Enrico Caruso y Luciano Pavarotti, por citar algunos; no se le puede escapar la recordada artista parisina, artífice de ese tipo de voz contralto, la más grave de las voces femeninas.

QUE TODOS SEPAN DE ESTE VALS

Ahora, Giacosa confiesa que en un inicio no imaginaba que La Foule, éxito cantado por Piaf provenía en sí, de un tango, y menos que fuese argentino. “No lo veía ni lo escuchaba como tango. Pero cuando me dijeron que era un vals peruano, dije sí, es cierto. Un día escuchaba ese vals aquí en Lima, y me pareció verdad lo que me decían sobre su posible origen. Yo igual conocía mucha música peruana por Chabuca Granda”, afirma y aclara que por ello no le fue difícil identificar en La Foule, ese ritmo de vals muy popular en la década de los 40 y 50.

Y es que más que por la letra original, compuesta en 1936 por los argentinos Ángel Cabral y Enrique Dizeo, lo que cautivó y enamoró a la Môme Piaf (Pequeño gorrión) durante un recorrido que hizo por el teatro Ópera de Buenos Aires, fue ese sonido del acordeón, con el toque de vals criollo, típico de nuestra región, que era cómplice de toda jarana, de todo jolgorio, de toda juerga que se vivía a su estilo en toda Sudamérica por ese entonces. Aquí, por ejemplo, pueden escuchar ahora este tema, en la voz de Los Morunos, a ritmo de vals.

Piaf, al escuchar la descarnada pero vivaz “Que nadie sepa mi sufrir”, letra en sí, original de La Foule, que quiere decir La multitud, en la voz de Alberto Castillo, decidió sin pensarlo dos veces llevarse ese tema a su natal Francia; y ya establecida otra vez en París, llamó al compositor francés Michel Rivegauche, quien le cambió por completo el título y la letra, dándole vida a La Foule, grandiosa versión que resultó un notable éxito desde que se lanzó en 1957.

LA VIE EN ROSE

"La primera vez que hice este homenaje a Edith Piaf fue en 1993, cuando se dio el 30 aniversario de la muerte. Dentro del repertorio que he elegido en cuanto a sus canciones, también he incluido temas de otros artistas franceses como Yves Montand y Charles Aznavour", menciona Marcela Pardón, cantante, maestra de danza y una de las pocas intérpretes (de hecho es la única en nuestro medio) que representa cada año a la diva francesa para conmemorarla. Ella confiesa que esta afición por Piaf, tuvo que darse como una suerte de amores inmediatos.

Pardón, quien sin titubeos resalta a su ídolo como “la cantante popular del siglo XX”, independientemente del idioma, señala que para rendirle homenaje, tuvo que documentarse, y documentarse bien. "Cuando escuché a Piaf sentí, que se me pararon los pelos de punta (ríe). Esa garra que tenía para cantar la hacía una gran intérprete…Inmediatamente comencé a buscar su biografía y me la leí, creo, en dos días. Es una biografía escrita por su media hermana, Simone Berteaut, que vivió con ella desde los 13 años; ahí te cuenta todas las andanzas juveniles con la hermana, de cantar en la calle, sus inicios”, afirma.

La vida del “pequeño gorrión” era perfecta, por así decirlo, para hacer de ella una película: niñez desoladora, adolescencia errante, juventud tambaleante, y un periodo de madurez excelso de su brillante carrera artística. Edith fue una niña prodigio, pero no de esas cuyo destino germinó desde una casa de cristal o una cuna de oro, no. El principio de su historia era el prefacio de una vida destinada a la nada. Sus primeros nueve años tuvieron como números principales el abandono constante de su madre, una artista frustrada que renegó hasta el fin de sus días del sueño jamás alcanzado; y el hábito nómada y negligente de su padre, un acróbata y contorsionista de la calle.

Ambas muestras de desidia para con la pequeña se intensifican más con la aparición de sus dos abuelas: la materna, quien según cuenta la historia, se dice que en vez de alimentarla con leche, lo hacía con vino, ya que se cree por ese entonces, que este eliminaba los microbios y bacterias existentes. Por su parte, la abuela paterna regentaba en la localidad de Bernay, Normandía, una casa de citas donde se ejercía el oficio más antiguo del mundo. Y es ahí, donde Louis Alphonse, padre de la menor decidió de manera “sensata” dejarla, al cuidado de las prostitutas, y presenciando cada situación por demás hasta curiosa ante los inocentes ojos azules de la pequeña.

Y los pasajes desgarradores en la vida del “gorrión de París” continuaron: la muerte de su única hija Marcelle a los dos años de nacida a causa de una meningitis fulminante; la misteriosa muerte de Louis Lepleé, el primero de sus manager y su descubridor que sirvió como un trampolín a la fama para la joven que recién se hacía camino. El estigma que la persiguió durante buen tiempo como la posible culpable de tan execrable crimen; la caída que tuvo desde aquel pedestal prematuro en que se encontraba, y del cual Raymond Asso, se encargó de sacarla para poder trabajar con ella al nivel de una cantante de primera, una intérprete de lujo, una artista profesional. Es importante destacar el nombre de Marguerite Monnot, pianista, compositora y una de sus más cercanas amigas.

E incluso ya en la cima del estrellato, consolidada como una celebridad indiscutible y por un repertorio musical aclamado hasta por la exquisita crítica estadounidense y su quisquilloso público norteamericano, las tragedia no la dejaron en paz, al apartarla inesperadamente, del único hombre que al parecer Edith amó profundamente: el boxeador Marcel Cerdan, campeón mundial de peso medio que murió fatídicamente en un accidente de avión el 28 de octubre de 1949 en el vuelo de París a Nueva York. A Edith le sonreían el éxito y la fama como su favorita; tenía amistades y relaciones a fines con celebridades como Yves Montand, Charles Aznavour, y hasta con la actriz alemana Marlene Dietrich…pero tal pareciera que el amor, por avatares del destino, no la tenía en su lista.

UN GORRIÓN EN LA PANTALLA

Edith Piaf también fue la favorita de los soldados aliados durante las ocupaciones de las fuerzas de eje. Prueba de ello es la memorable escena del filme Saving Private Ryan (Rescatando al soldado Ryan) del director Steven Spelbergh en 1998, donde se puede escuchar un extracto de “Tu es partout (Tú en todos lados)”. ¿Quién canta esa canción? Se pregunta uno de los soldados mientras afuera, el panorama típico de la época de ocupación nazi conformado por escombros, despojos y paredes impregnadas del humo y consumidas por el fuego posterior a los ataques bélicos, se convierte en el escenario ideal donde aquel singular Cabo Upham, funge de intérprete del estribillo ante sus compañeros.

Pero Tu es partout (1943) no fue la única canción que se hizo famosa en las pantallas. Otros de sus éxitos consagrados fue Non, je ne regrette rien (No, no me arrepiento de nada), compuesta en 1956 por Charles Dumont y Michel Vaucaire especialmente para Edith Piaf, la cual sonó en filmes como ese clásico de ciencia ficción Inception (Origen) dirigido por Christopher Nolan en el 2010; Soñadores; La Haine, e incluso en la hilarante y divertida Babe, el puerquito va a la ciudad (1998).

Sus canciones, grabadas con fuerza y vigor e interpretadas en los escenarios con vida y pasión, las cuales hicieron gala en un majestuoso filme sobre su vida en el 2007, quedan como legado dentro de la música francófona y universal, que con solo escucharla, nos trasladan a París en cuestión de segundos. Y es que con su voz, Edith Piaf representa el alma de la “ciudad luz”; con ella llorabas, con ella reías, con ella vivías, y con ella podíamos evocar ante las desgracias, una vida en rosa.

edith giovanna gassion, o mejor dicho, edith piaf.

IMPORTANTE: 

Edith Piaf nació un 19 de diciembre de 1915, y falleció, víctima de una artritis reumática a los 47 años de edad, el 11 de octubre de 1963.

El tema La Foule (La multitud, el gentío o la muchedumbre), nos habla de una mujer cuyo hombre amado la espera con los brazos abiertos en medio de un mar de gente, y en donde al final, termina perdiéndose sin dejar señal alguna a la triste e inocente enamorada.

En tanto, lo que el vals “Que nadie sepa mi sufrir” nos contaba, era la historia de un hombre que termina siendo abandonado por su amante, a quien le reclama por haberlo hecho perder el control de sí mismo, y la vergüenza que siente de solo pensar lo que dirán de él y su fracaso. La canción, rebautizada posteriormente como “Amor de mis amores”, cuenta con un sin número de versiones, y diversos géneros como la milonga, la ranchera, bolero y hasta cumbia. Las voces responsables han sido Alberto Castillo, Julio Jaramillo, María Dolores Pradera, Alberto Barros, Julio Iglesias y Soledad Pastorutti “La Sole, entre otros. Por el lado peruano, y a ritmo tropical, son conocidas y bailadas las versiones del Grupo 5 y la “faraona de la cumbia” Marisol.

En el 2007, el director francés Olivier Dahan llevó a la pantalla grande “La vie en rose” o La vida en rosa, basada en las vivencias y en la carrera magistral de Edith Piaf. La actriz francesa Marion Cotillard fue la elegida para ponerse en la piel de la intérprete de éxitos como Milord, Padam…Padam, Hymne à l'amour (Himno al amor), entre otros.

Dicha producción se alzó con dos premios Oscar a mejor actriz para Cotillard, y mejor maquillaje; además de un globo de oro a mejor actriz; y cuatro premios Bafta a mejor música original, diseño de vestuario, maquillaje, y lógicamente, a la impecable interpretación y caracterización que hizo Marion de la recordada “niña gorrión”.


Escrito por

Anthony Apaza

Joven de 26 años, recién egresado de periodismo. Amante fiel del cine, el teatro, de la música, la literatura, el arte. En fin.


Publicado en

La voz de miles

No somos cientos, aunque tampoco millones; pero fácil somos miles quienes tenemos ganas de decir algo, de cambiar algo, de expresarnos...