- ¿crónica de una derrota anunciada?
El primer “round” de 45 minutos comenzó ya de modo desaforado, por parte de ambos equipos pugnando por el balón. Los convocados del “Mago” trataban de jugar lidiando y lidiando, y ya alrededor de los 11’ generaría el primer chance, la primera oportunidad de consolidar un gol, cuando Paolo Guerrero tomó el balón en la mitad de campo, y burló estratégicamente en velocidad a dos rivales y abrió paso a Claudio Pizarro, quien remató el balón hacia el cuerpo de Fernando Muslera, portero del bando contrincante que derrochó destreza y sobre todo, firmeza; al menos en el primer tiempo, el decisivo.
Habían transcurrido los primeros 20 minutos con esa única jugada de peligro, donde nuestros muchachos controlaron muy bien al oponente, que sólo tenía aproximaciones que aún no presagiaban peligro alguno a través de centros a balón parado.
Sin embargo, los once de la blanquirroja tendrían una segunda oportunidad para anotar a los 22’, cuando Ramírez en vez de atacar al arco tras habilitación del volante Rinaldo Cruzado, decidió pasar el esférico sin encontrar a ningún compañero. Hasta ese instante, Perú jugaba un protagonismo considerable con el balón con un mediocampo laborioso, donde Farfán en labor de ataque se movía libremente por todo el gramado, con notable desempeño, fervor, y lo que reclamaba la hinchada, mucha garra.
Recién a los 29’, Uruguay dispuso de una situación de peligro, cuando Stuani (ingresó por el lesionado Forlán), disparó fuera un centro al primer palo. Pero a los 35’, Muslera desviaría un cabezazo de Claudio Pizarro, en una jugada donde Guerrero ganó la disputa del balón, para cedérselo a Farfán, quien efectuaría el centro.
Pero el ingreso al tramo de los últimos cinco minutos del primer tiempo se tornó caótico para la selección peruana. A los 40’, en una jugada intrascendente, Suarez tomó el balón dentro del área, encaró y fue trabado por Ramos. Penal que a los 42’, el mismo delantero del Liverpool de Inglaterra canjeó por gol. 0-1, marcando lo que sería, el punto de partida para el declive del dueño de casa, en pleno Estadio Nacional.
Pero esa no sería la única sorpresa que nos deparaba este duelo: a los 45’, rasguñando unos minutos adicionales,Yoshimar Yotún vería la tarjeta roja, por aventarle – irresponsablemente, y quizás de manera matonesca - el balón a Suárez, quien se encontraba en el césped a consecuencia de una falta ocasionada por el propio lateral izquierdo de nuestra escuadra. El daño ya estaba hecho, pero no precisamente por los uruguayos. El antagonista de esta historia recaería en otra piel.
- el abogado del diablo
“Yo voy a hacer lo posible para que este árbitro no vaya al mundial”, fueron palabras con las cuales, sentenciaba el profe Markarían a aquel sujeto, al que solo le bastó 90 minutos para convertirse en el más odiado, repudiado y buscado por la hinchada (con el fin de lincharle), debido a su papel ejecutor, y posible detractor, con nuestra blanquirroja, por razones aún desconocidas.
Se trata pues, del árbitro de origen argentino Patricio Loustau, quien se encargara de brindarle al once uruguayo aquel penal que nos propinara con éxito Suarez, y colocara así, la primera piedra de la edificación de nuestra derrota, para lo cual si bien no podríamos culpar totalmente a juez “mediador”, si tenemos que tener en cuenta el papel para nada objetivo de su accionar.
Y es que uno de los hechos que más indignaron a la hinchada, y a millones de televidentes desde sus casas, centros de trabajo, restaurantes, bares, en fin, a cada peruano desde cada rincón de la patria, fue cuando ya a los 22 minutos, el uruguayo Walter Gargano le dio un codazo fulminante al depredador Paolo Guerrero. Este golpe terminó por abrirle la cabeza y provocó que de a pocos, Guerrero se fuera desangrando en plena cancha.
El peruano sufrió sin duda, una descarada falta que, para extrañeza de muchos, no fue sancionada por Loustau, cuya negligencia e indolencia fue más que evidente y entre una de las tantas faltas que no cobró para Perú, fue una muestra clara de indiferencia para el Perú, como anfitrión en este partido.
Así Loustau dejó que el juego siguiera su rumbo, y pese a ver a nuestro compatriota sangrando sin cesar, no sancionó al responsable, y continuó con las acciones como si nada hubiese pasado. Su mala leche ya se había puesto de manifiesto.
- llorando de fue
El resto de los acontecimientos ya son del conocimiento de millones. Pero lo que nunca olvidará la hinchada, muy a pesar del infortunio, será el fervor y la pasión que hasta los momentos finales del partido, puso Jefferson “La foca” Farfán, cuando de un impecable tiro libre a los 84 minutos, logró, aunque sea por unos instantes, borrarles la sonrisa de la cara a los charrúa; no obstante, el tiempo no bastó y una vez más, nos fuimos con aquella ilusión de pisar un Mundial en las espaldas, y cabizbajos.
Siempre han dicho, muchas consignas machistas sobre todo, que los hombres no deben llorar. Pero nuestra Foca Farfán, mandó al demonio ese seudolema, y sin contenerse, quebró en absoluto llanto, y a pesar de que sus lágrimas querían ser aplacadas por abrazos de Juan Manuel “Loco” Vargas – quien buscaba más que la prensa no viera en ese estado a su compañero – Jefferson no podía disminuir su pena, cólera e impotencia, de no haber hecho más en el tiempo que restaba.
Pero al margen de todo, sabemos que las cosas pasaron porque pasaron. Culpables fuimos todos: culpables los jugadores (o al menos una mayoría), que siempre han jugado de modo confiado y a la vez, porfiado; culpable la federación, que sigue enquistada en el sillón del directorio, aunque esta quizás sea la excusa perfecta de otro culpable para permanecer como director Técnico de la Selección: Sergio Markarián; culpable el árbitro, tal vez, porque se lo dijo un hincha que al término del partido, se acercó y burlando a los miembros de seguridad, le mentó la madre, y lo dijo nuestra laureada matadora Natalia Málaga en declaraciones a la prensa posteriormente, aunque es un hecho que no podemos seguir responsabilizando a otros de acciones propias de nuestra idiosincrasia; culpables todos los de la hinchada que no dudamos en hostigar al equipo rival incluso antes del encuentro, armando barullo en las afueras del Hotel Sheraton, donde se encontraban hospedados sin dejarlos tener un sueño considerable para la visita. En conclusión, el único que queda al margen de ello sería Jefferson Farfán, y no por sus lágrimas, sino por su valentía, furia y coraje dejados en el gramado del coloso José Díaz, el cual fue, una vez más, el escenario del fin de la ilusión, que llorando se fue, directo a la puerta de embarque donde se vuelven a dejar todos nuestros sueños de poder ir a un Mundial...Hasta Rusia 2018?
Publicado: 2013-09-07
Un penal. Una expulsión. Fueron los ingredientes - lastimosamente - necesarios para ese momento desapacible que nos tocó fondo a millones de peruanos, que nos llevamos un mal sabor, una pésima sensación, pero sobre todo, una honda tristeza, al ver caer a la selección blanquirroja ante la escuadra charrúa, arrancándonos cruelmente, y respaldado de un descarado arbitraje, las posibilidades de volver a respirar la gloria de una Copa del Mundo, después de más de 30 años.
Escrito por
Anthony Apaza
Joven de 26 años, recién egresado de periodismo. Amante fiel del cine, el teatro, de la música, la literatura, el arte. En fin.
Publicado en
La voz de miles
No somos cientos, aunque tampoco millones; pero fácil somos miles quienes tenemos ganas de decir algo, de cambiar algo, de expresarnos...